Tomar la clasificación europea del posicionamiento ideológico representado en derechas e izquierdas supone un esfuerzo intelectual para hacer encajar la realidad de Hispanoamérica y particularmente de Argentina en dicho esquema. Si caracterizamos, por ejemplo, las ideologías de derecha como conservadoras en lo cultural y liberales en lo económico, y las de izquierda como progresistas en lo cultural y proteccionistas en lo económico, enseguida notamos la dificultad de tal clasificación al repasar la historia argentina y los procesos políticos que impulsaron su devenir. En el caso del conservadurismo actual, el mismo tiene una raigambre de poco más de un siglo, ya que las políticas jurídico-administrativas y educacionales que germinaron en la segunda mitad del siglo IXX en nuestro país fueron cultivadas por personajes como Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento y Julio A. Roca.
Es innegable el carácter de “progreso” que tuvieron las reformas de aquella época en la sociedad. Se puede afirmar que una cultura nueva (venida de Europa) estaba reemplazando a otra vieja. En cuanto a lo que se entiende por progresismo nótese que los escritores de la generación del `37 encabezados por Esteban Echeverría, opositores al régimen de Juan Manuel de Rosas, estaban influidos por autores socialistas como el francés Saint-Simón y cuyos valores eran "Libertad y Progreso". Criticaban a Rosas el haber impuesto una vuelta al estado de la sociedad prerrevolucionaria, es decir, al estado monárquico del Virreinato. Recuérdese también que el mismo Rosas, además de ser un defensor de los valores tradicionales heredados de la América Española, fue también un símbolo del proteccionismo económico en el río de la Plata. Ahora bien,
desdibujados los términos conservadurismo
y progresismo, podemos redefinirlos
identificando lo que en común tienen. Ambos proponen la evolución de la
sociedad hacia un modelo importado de Europa. Así es claro ver cómo en la contradicción
civilización-barbarie propuesta por
Sarmiento, tanto conservadores como progresistas, o dicho de otro modo
liberales y socialistas, están del lado de la civilización y contra la barbarie.
Pero esta barbarie no estaba encarnada en los pueblos originarios más que en la
tradición hispana que había gestado al criollo del río de la Plata. Habrá una
comprensión más acabada del esquema si sencillamente reemplazamos la palabra
barbarie (introducida con fines despectivos) por otra que representa mejor al
concepto, esta palabra es cultura. Entendida
la cultura como el conjunto de
costumbres, religión y lengua comunes a un pueblo por tradición. Anteponiéndola
a la palabra civilización, la cual no
es sinónimo de la anterior, y que aplicaremos con el significado de todo
elemento de la evolución técnica en la estructura socio-económica de dicho pueblo.
Atribuimos entonces a la cultura los
valores que de por sí son inmutables y hacen a la génesis de un pueblo. En cambio
a la civilización la identificamos
con el aspecto evolutivo de la sociedad en lo que hace a su organización y
desarrollo. Hecha esta aclaración puede apreciarse la real contradicción: civilización-cultura. Pues entonces
restaría definir en qué consiste esta cultura
hispana que mencionamos la cual nos corresponde en esta parte del mundo. Puede
simplificarse en el concepto infundido durante todo el reinado de los Austrias
tanto en la península como en los territorios de ultramar: aquel que entiende
que el poder divino emanado en el pueblo asciende hasta el monarca quien dirige
entonces los destinos del reino por dirección de sus súbditos. Es decir, el
gobernante surgido del pueblo y hecho de la misma sustancia, por pertenencia
cultural comprende lo que es más conveniente para el mismo. Es clara la
oposición de este concepto con la idea civilizatoria en la que una elite
intelectual planifica los destinos de un pueblo, y en el caso local, influida
por pensamientos importados de Europa. Un ejemplo ilustrativo es el caso de la lengua, entendida como parte de la cultura, a pesar de ser un organismo en constante evolución no deja de ser siempre la misma lengua, en nuestro caso el idioma Español. Pero en épocas de gestación de las naciones hispanoamericanas algunos intelectuales pensaban que nuestros pueblos debían adoptar lenguas más "civilizadas" como el Francés o el Inglés.
En cuanto a la
clasificación derechas-izquierdas sigue entonces la contradicción
liberal-socialista la cual se
sintetiza en menos estado-más estado.
El liberalismo propone una reducción del estado y por lo tanto del control
ejercido sobre los individuos en pos de más libertad, y el socialismo una expansión
del estado en pos de más oportunidades, es decir, más control. En la exacerbación
de ambas posturas tendríamos en los extremos, del lado liberal la anarquía y
del lado socialista el totalitarismo. Nótese que ambas propuestas suponen
siempre un corrimiento de lo establecido, un cambio o movimiento. Un liberal
siempre exigirá menos estado, y por otro lado un socialista siempre más. Ambas posturas
se corresponden con el concepto de civilización
que definimos antes el cual está marcado por la impronta de la innovación
frente a lo establecido, y de lo nuevo (entendido como lo bueno) contra lo
viejo (lo malo). El esquema que surge de este humilde análisis sería el que
sintetiza en la cultura la idiosincrasia de un pueblo tendiendo al equilibrio
entre el estado y lo privado:
DERECHA PUEBLO IZQUIERDA
CIVILIZACIÓN à CULTURA ß CIVILIZACIÓN
Continuando con el devenir de la historia nos encontramos que en las elecciones que consagran presidente a Juan D. Perón por primera vez, caracterizándose su gobierno por propiciar el ejercicio de derechos por parte de los trabajadores y el pueblo en general, y ya habiéndose perfilado durante los años anteriores en la secretaría de trabajo, el frente opositor sin embargo estuvo integrado por los partidos Comunista, Socialista y Demócrata Progresista.
Ya es claro en nuestro tiempo que las ideologías progresistas se muestran abiertamente defensoras de sectores marginales y minorías muchas veces no concordantes con niveles socio-económicos mayoritarios. Ejemplo de ello son sus políticas anti natalistas siempre propuestas y defendidas desde las elites para el control de las masas.
Para terminar cabe agregar el sitio donde posicionamos al comunismo y el fascismo dentro de nuestro esquema. Como ya señalamos, en la exacerbación del concepto más estado se sitúa el totalitarismo, característica sobresaliente de ambas ideologías; además de poseer también una estructura de gobierno basada en el privilegio de una clase dirigente, ya sea aristocrática en el caso del fascismo como burocrática en el comunismo.
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