Wakefield, Nathaniel Hawthorne (Análisis)
Un mensaje imperial, Franz Kafka (análisis)
EL HIJO MAYOR DE MARTIN FIERRO XII LA PENITENCIARIA (PROSA EN PRIMERA PERSONA)
Quedamos desamparados, sin familia, techo, comida, ni abrigo. En esta situación uno es corrido de todos lados. No teniendo padres ni hermanos, cualquiera se aprovecha del pobre desdichado. Y si alguno lo recoge, el trato será rígido, como si fuera mucho el darle a uno lo básico. De esta forma crecí, desnudo y hambriento, ganándome la vida como podía, hasta hacerme hombre.
Trabajando en una estancia de peón, tengo la mala fortuna de ser acusado de la muerte de un boyero[1], de un vecino propietario. Otros dos declararon por el asunto, pero el juez decidió encarcelarnos a todos.
Fui a parar a la penitenciaria, en donde uno, sin recursos ni amparo de nadie, tiene el sufrimiento asegurado. Estando yo adentro, la causa ya no avanzó, por lo que no sé ni cuanto tiempo pasé en aquel lugar. Pero, por lo que se padece allí, se me ocurre que la pena excede a cualquier delito.
Aunque no son el encierro, ni las cadenas, el mayor sufrimiento, sino la soledad y el silencio, al punto que uno pareciera estar solo en el mundo. En esa situación, el mundo de afuera aparece más nítido en la memoria y con una perfección que hace nacer el deseo de libertad más intenso.
En la penitenciaria se amansa el más rebelde. Uno no encuentra consuelo en nada. Yo envidiaba a aquel que sabía rezar, cosa que por no haber aprendido a leer estaba impedido. Tampoco recibía visitas, como le ocurría a otros, por no tener familia.
Todo está prohibido allí, el mate, la conversación, el canto y el cigarrillo. A uno se le da entonces por hablar solo, para matar el tiempo, cosa que también es castigada. Estando todo vedado, lo único que se hace es pensar en su desdicha. Son dones de Dios la palabra y la amistad, cosas que a uno le sacan, por ser acusado de un delito. A tanto llegaba el sufrimiento que yo no sabía si de allí saldría vivo.
Les cuento todo esto, para que les sirva de consejo, a la hora de decidir, elijan siempre el bien, y así no padecerán lo que yo he padecido.
Mario Goncalves
Agosto, 2020
Bibliografía:
La vuelta de Martín Fierro, José Hernández, 1879, © 2009 RTM S.A. - Catamarca 1902 - Martínez Buenos Aires – Argentina.
La Generación del ´37
El matadero, Esteban Echeverría (Resumen)
Alrededor de la década de 1830, Buenos Aires se inundó a causa de una fuerte lluvia. Al ser época de cuaresma, la ciudad no se abastecía de carne como de costumbre, sólo lo necesario para los niños y los enfermos a quienes se dispensa de la abstinencia. Desde el púlpito, los predicadores proclamaban al diluvio como signo del advenimiento del fin del mundo, responsabilizando a los pecadores unitarios de la tragedia.
Comenzó a organizarse una procesión hasta la barranca de Balcarce para apaciguar la ira divina, pero antes que pudiera realizarse, la lluvia cesó y la inundación lentamente se escurrió.
Por causa de la inundación estuvo el matadero de la Convalecencia sin poder ser abastecido de ganado, lo que alargó la abstinencia de carne en los ciudadanos.
Algunos médicos opinaban que la falta de carne estropearía la salud de la población, acostumbrados los estómagos a la ingesta periódica de la misma. Esto entraba en conflicto con las sentencias de la iglesia que aconsejaban la penitencia por motivos de conciencia.
Para terminar con la disputa entre conciencias y estómagos, el gobierno del Restaurador ordenó se trajese una tropa de cincuenta novillos. Tras la noticia, la gente se aglomeró en los corrales del Alto, entre ellos: carniceros, achuradores y curiosos, gritando vivas a la Santa Federación y al Restaurador, a quien se le regaló el primer novillo que se mató en agradecimiento a su decisión.
Entre los desollados y por desollar, se contaron cuarenta y nueve novillos que al cabo de un cuarto de hora se hallaban tendidos en la playa del matadero. Hacia el oeste del mismo se encuentra la casilla donde están los corrales y el palenque, y donde se sienta el Juez del Matadero quien ejerce la suma del poder en representación del Restaurador. En la casilla se veía estampado el nombre de la heroína doña Encarnación Escurra patrona del matadero. Alrededor de cada animal tendido en la playa se agolpaba la gente siguiendo los movimientos del carnicero, y de vez en cuando alguna mano daba un tarascón con el cuchillo, lo que encolerizaba al carnicero y alborotaba al tumulto.
Había quedado un animal en el corral del cual se discutía si era novillo o toro por el tamaño de sus órganos genitales. Cuando llegó su turno se lo enlazó por las astas para conducirlo al matadero, pero el animal furibundo echando espuma bramaba y se resistía a salir del corral. Asustado por los gritos de la gente, que entre discusiones insultaban y maldecían a los unitarios, al tiempo que vivaban a un tal Matasiete llamándolo “degollador de unitarios”, el que resultó ser toro salió a toda carrera acosado por las picas, y aunque el enlazador intentó retenerlo, desprendió el lazo del asta y el latigazo terminó cortándole la cabeza a un niño que jugaba con su caballo de palo.
Parte del público allí presente quedó atónito ante el suceso. Otro tanto salió a la busca desenfrenada del toro, el cual tomando rumbo hacía la ciudad, provocaba el susto de la gente que torpemente intentaba escapar a su atropello. Finalmente se vio acorralado al entrar en una quinta y los perseguidores lo llevaron de nuevo al matadero. Una vez a allí, fue Matasiete el encargado de darle muerte, bajo la aprobación general. Luego de descubrirse que era toro y no novillo al cortarle los testículos, el Juez, teniendo en cuenta la escasez permitió su faena dejando de lado la prohibición de los toros en el matadero.
SOBRE "CIEN AÑOS DE SOLEDAD"
La novela Cien años de soledad escrita por Gabriel García Márquez y publicada por primera vez en el año 1967 por Editorial Sudamericana de Buenos Aires, se ha convertido en un símbolo de la literatura de América latina, particularmente del denominado realismo mágico, que caracteriza a gran parte de las letras de Hispanoamérica. Pero aunque buena parte de este logro se ha dado gracias a la excelente acogida de la novela por parte de los lectores derivando en el éxito editorial que hoy continúa ostentando, la razón de que la historia creada por el escritor colombiano sea ejemplo del estilo narrativo de las tierras de América del sur la encontramos, realizando un examen más riguroso de la obra y de la historia de nuestra literatura, en el hecho de que el argumento de la misma está colmado de temas que son universales en nuestra cultura; la estructura cíclica de los acontecimientos, con la repetición de las mismas desgracias generación tras generación, características kafkianas tan caras al temperamento del realismo mágico. Y por supuesto, el tratamiento cotidiano de lo fantástico que es el sello distintivo de este tipo de literatura desde que fuera definida por Alejo Carpentier como “lo real maravilloso”. Las similitudes de Cien años de soledad con otras novelas de la misma categoría son enormemente apreciables para entenderla como el resultado de un proceso creativo que la narrativa de América latina ha forjado durante el siglo XX. El mismo proceso puede verse como la gestación del tema latinoamericano caracterizado por el desencuentro, la angustia, la libertad, la injusticia, la soledad y la evocación de todo el heroísmo de otro tiempo perdido y desencajado en nuestros días. Esta gestación es representada por las novelas: El reino de este mundo de Alejo Carpentier; Hombres de maíz de Miguel Ángel Asturias y Pedro Páramo de Juan Rulfo, siendo la cumbre de este proceso la universal Cien años de soledad.
Mario Goncalves
Enero, 2012