Quedamos desamparados, sin familia, techo, comida, ni abrigo. En esta situación uno es corrido de todos lados. No teniendo padres ni hermanos, cualquiera se aprovecha del pobre desdichado. Y si alguno lo recoge, el trato será rígido, como si fuera mucho el darle a uno lo básico. De esta forma crecí, desnudo y hambriento, ganándome la vida como podía, hasta hacerme hombre.
Trabajando en una estancia de peón, tengo la mala fortuna de ser acusado de la muerte de un boyero[1], de un vecino propietario. Otros dos declararon por el asunto, pero el juez decidió encarcelarnos a todos.
Fui a parar a la penitenciaria, en donde uno, sin recursos ni amparo de nadie, tiene el sufrimiento asegurado. Estando yo adentro, la causa ya no avanzó, por lo que no sé ni cuanto tiempo pasé en aquel lugar. Pero, por lo que se padece allí, se me ocurre que la pena excede a cualquier delito.
Aunque no son el encierro, ni las cadenas, el mayor sufrimiento, sino la soledad y el silencio, al punto que uno pareciera estar solo en el mundo. En esa situación, el mundo de afuera aparece más nítido en la memoria y con una perfección que hace nacer el deseo de libertad más intenso.
En la penitenciaria se amansa el más rebelde. Uno no encuentra consuelo en nada. Yo envidiaba a aquel que sabía rezar, cosa que por no haber aprendido a leer estaba impedido. Tampoco recibía visitas, como le ocurría a otros, por no tener familia.
Todo está prohibido allí, el mate, la conversación, el canto y el cigarrillo. A uno se le da entonces por hablar solo, para matar el tiempo, cosa que también es castigada. Estando todo vedado, lo único que se hace es pensar en su desdicha. Son dones de Dios la palabra y la amistad, cosas que a uno le sacan, por ser acusado de un delito. A tanto llegaba el sufrimiento que yo no sabía si de allí saldría vivo.
Les cuento todo esto, para que les sirva de consejo, a la hora de decidir, elijan siempre el bien, y así no padecerán lo que yo he padecido.
Mario Goncalves
Agosto, 2020
Bibliografía:
La vuelta de Martín Fierro, José Hernández, 1879, © 2009 RTM S.A. - Catamarca 1902 - Martínez Buenos Aires – Argentina.
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