Habitualmente, cuando en un partido de fútbol se enfrentan dos equipos notoriamente desparejos en cuanto a su respectiva capacidad de juego, se especula el resultado en base a ciertas presunciones y si el mismo no coincide con las expectativas se cierne, como una sombra sobre nuestro pensamiento, la idea de la injusticia.
Supongamos que se enfrenta la selección de fútbol de
Brasil contra la de Senegal. Imaginemos este hipotético encuentro en un buen
momento futbolístico de los brasileños, en donde parecería innegable su
superioridad ante el rival. En la totalidad del desarrollo del partido Brasil
acapara el balón y crea la mayoría de las situaciones de gol. Senegal por su
parte sólo atina a defenderse y la salvan de la derrota algunas actuaciones
individuales o actos fortuitos, como imprecisiones, que evitan los reiterados
tiros al arco de su rival. Faltando un minuto para el final, en un contraataque
Senegal anota el gol del triunfo. Final del partido.
En el análisis del partido alguien argumentará que Brasil
hubiera merecido ganar porque hizo (tiene) todo para lograrlo. Aquí aparece la
idea de merecimiento a pesar del resultado obtenido. Es decir, para algunos,
hay un merecimiento en la capacidad y en el esfuerzo; de esto se deduce que
habría una especie de predestinación para aquellos que ostentan una cierta
capacidad para lograr algo, además del esfuerzo.
Existen personas que sienten frustración cuando las cosas
no resultan como se supone que debieran. Cuando no ganan los que tienen que
ganar y no pierden los que tienen que perder. Pero también están aquellos que
sienten satisfacción cuando esto sucede, cuando ganan los que habitualmente deberían
perder. Nótese que en el ejemplo la diferencia está sólo en una acción, aquella
que posibilitó el gol del triunfo, ya que en todo lo demás ambos equipos están
completamente desequilibrados en su capacidad de juego.
Esta es la discusión clásica entre la Reforma protestante
(especialmente en su etapa calvinista) y el Catolicismo. La idea de que algunos
están predestinados para la salvación, basándose en su virtud o fe, contrastada a la
idea de que la salvación se da por la acción del hombre fundada en su libre
albedrío. Por supuesto, la predestinación termina justificando la diferencia
entre ricos y pobres. El libre albedrío en cambio, inspira una sensación de
esperanza en los más débiles, los desafortunados, los desposeídos.
En nuestro ejemplo Brasil estaría predestinado a ganar el
partido dada su virtud, según una visión calvinista. Algunos aplican el sentido
de justicia de este modo, mientras otros entienden (como los católicos) que el
cielo se gana mediante la acción. A veces esa acción, que parecería imposible,
se logra. Es lo más cercano al milagro.
Un ejemplo de cuando pasa lo que no tendría que pasar es
el gol de Diego A. Maradona jugando en la selección argentina contra la inglesa
en el mundial de México 1986. La escena es ideal además por el contexto.
Inglaterra como representante del Imperio británico frente a una nación
sudamericana que sufre la ocupación de su territorio por parte de ese imperio,
y la sombra del reciente enfrentamiento bélico que ambos países protagonizaron
en la guerra de Malvinas. Y en ese contexto el gol con la mano —cuya naturaleza
milagrosa se incrementa por el hecho de ser una acción no natural del juego—,
aparece como un acto de justicia divino. Agreguemos a la escena la adhesión religiosa
de ambos países. Protestantes contra católicos; predeterminación contra libre albedrío;
fuertes contra débiles; ricos contra pobres. Y sumado a esto el apodo con el
que se designa aquella histórica jugada: «La mano de Dios».
Entonces, para concluir, tenemos a aquellos que entienden
que lo meritorio está en la capacidad y lo ya dado, sea por naturaleza, por
herencia, por entrenamiento. Y por otro lado los que creen que lo justo es que
alguna vez gane el que tiene todo para perder. A veces nos parece injusto que
las cosas no sucedan como debieran, pero también de vez en cuando la
realización de un hecho que parecería improbable nos da la pauta de que existe
la voluntad humana y eso se nos representa como al menos un toque de justicia.
Mario Gonçalves, diciembre 2022
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