Fuente: Reik, Theodor. Psicoanálisis del humor judío. 1999 versión digital: elaleph.com.
“El príncipe de Gales, que más tarde
fuera el rey Eduardo VII, disfrutaba con los chistes judíos y se reía a
carcajadas al oírlos. Compartía esta pasión con su amigo Lord Nathaniel
Rothschild. Un biógrafo nos cuenta que en esa época la casa de los Rothschild
era no sólo un gran centro financiero internacional, sino también un cofre
repleto de chistes judíos[1].
Un noble prusiano, el barón von Eckhardstein, tenía orden permanente de recoger
y asentar todos los buenos chistes, y de comunicarlos a los Rothschild, en New
Court, "desde donde no tardarían en seguir su camino hasta Marlborough
House", donde residía el Príncipe de Gales.”
(Pág. 42-43)
“He aquí la anécdota de Rothschild, en
cuya oficina de Francfort entra el duque de Gramont.
-Tome asiento, barón -dice Rothschild,
que está muy atareado.
-Soy el duque de Gramont -hace notar el
indignado visitante.
-Tome otro
asiento -responde el banquero.”
(Pág.
60)
“El chiste del schnorrer[2]
que está frente al magnífico monumento funerario de Rothschild y exclama: -¡Esta
gente sí que sabe vivir!”
(Pág.
76)
“Una vecina del ghetto fue a
visitar en cierta oportunidad a la matriarcal Gutele Rothschild. Corrían
rumores de que había amenazas de guerra y la mujer, cuyo hijo acababa de
cumplir la edad del servicio militar, estaba preocupada. Ansiosamente, le
preguntó a la señora Rothschild si ella tenía alguna noticia de que estallaría
la guerra.
-¿La guerra? ¡Pamplinas! -respondió Gutele.
-Mis muchachos no lo permitirán.”
(Pág.
83-84)
“La madre del fundador de la banca
Rothschild consultó en una oportunidad a un médico, al que le habló de los
muchos problemas que tenía. El médico le respondió a la dama, ya muy anciana:
-Bien, lamentablemente no puedo
rejuvenecerla.
-Doctor -manifestó la anciana- yo sólo
quiero llegar a ser más vieja.”
(Pág.
134)
“Tomemos la anécdota del Shadjen cuyo
ayudante tiene la misión de confirmar las cualidades de la muchacha sugerida
como futura esposa.
El Shadjen le dice a un joven: -La
muchacha que le presentaré pertenece a una de las mejores familias.
El ayudante: -La élite de la
ciudad.
Shadjen: -Su padre es un
hombre rico.
Ayudante: -Rico como Rothschild.
Shadjen: -La muchacha es muy
hermosa.
Ayudante: -Tan hermosa como la Sulamita
en el Cantar de los Cantares.
Shadjen: -Sólo tiene un
pequeño defecto; es un poco encorvada.
Ayudante: -¡Y qué joroba!”
(Pág.
225)
“Un judío pobre insiste en que debe
hablar personalmente con Rothschild, y afirma que no puede discutir su negocio
con el secretario de aquél. Por fin es llevado ante el barón, al que le
describe su pobreza en términos elocuentes para terminar implorándole que le dé
dinero.
-¿Para eso tuviste que molestarme?
-exclama Rothschild-. ¿No podías haberle dicho lo mismo a mi secretario?
-Herr Barón -responde el judío-, usted
es el que más sabe sobre cuestiones de bancos, pero en cuanto a cómo uno schnorrea[3]
mejor, eso es algo en lo que yo tengo más experiencia.”
(Pág.
238)
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