Biografía de un hombre olvidado (cuento)

De las innumerables leyendas urbanas que nacen, crecen y se divulgan desde el seno de los más recónditos lugares hasta los medios difusores del ingenio popular de nuestras sociedades, hay algunas que trascienden las fronteras temporales y espaciales permaneciendo y expandiéndose. Hay otras que son relegadas a una geografía específica como parte integrante de la cultura local; o las hay que simplemente mueren al tornarlas inverosímiles la continua evolución de los pueblos que las crean. Pero de la incesante y fatigosa tarea de recolectar y registrar información, la cual el hombre asume con el afán de perpetuar cada instante del mundo, podemos reanimar aquellas historias que no han muerto, sólo permanecen dormidas a causa de la indiferencia de nuestros cuentistas.

Entre estas leyendas, la del hombre olvidado, es la que particularmente se encuentra más oculta en la memoria. No por haber sido poco estudiada y registrada, sino por estar desmembrada y reducida a un puñado de fragmentos diseminados en nuestra literatura, quizás a causa de la debilidad que la inacción le produjo. De esos fragmentos, que reunidos conformando una biografía poblarán estas páginas, el lector comprobará que en realidad no es ésta una historia consistente. Sólo es una deducción vaga, fruto de la constante observación de las experiencias humanas.

El hombre olvidado es un personaje casi imposible de historiar, debido a su característica fundamental y la única que puede afirmarse concretamente. Su aparición remota y su intermitencia en nuestra literatura, nos aportan una serie de aseveraciones vagas sobre su existencia, aunque sin darnos un origen exacto ni un tiempo preciso de su desarrollo.

No pretendo aquí concluir una afirmación sobre su existencia ni rebajar la leyenda a un simple mito popular. Apenas intentaré redactar algunas interpretaciones o deducciones sobre el hombre olvidado que me parecen dignas de reflexión.

Hay sólo un asunto a tener en cuenta para comprender la biografía: lo único que acertadamente puede decirse de su protagonista, es que cada persona que lo conoce, inmediatamente lo olvida. Y no es un olvido pasajero, como el recuerdo de una persona perdido en lo profundo de la memoria que revive al ver a ésta u oír sobre ella. Es más bien un destierro absoluto de la mente. Cuántas veces este personaje habrá sido presentado a las mismas personas, y habrá sufrido el gesto de indiferencia de parte de sus desconocedores. En consecuencia, nadie recuerda no solamente al protagonista, sino tampoco la historia de su vida.

Obviando todo comentario al pie, para su mejor comprensión, intentaré aquí la difícil tarea de elaborar la biografía de este personaje, que a pesar de haberlo conocido todos, ya todos lo hemos olvidado.

Comenzaré por señalar los rasgos en los cuales coinciden la mayoría de los narradores: uno de ellos corresponde al nombre de este particular ser humano, el cual no puede reproducirse, pues nadie lo recuerda. Así como tampoco su aspecto físico ni ninguna seña particular. En cuanto a su subsistencia, poco podemos decir. Probablemente su familia lo haya olvidado varias veces hasta perderlo. Tal vez fue criado por distintas personas hasta poder ampararse solo.

No hace falta decir que su relación con la sociedad fue nula. Soledad única la de un extraño entre una multitud de conocidos. Factiblemente pudo haber llevado adelante rectas conversaciones con distintas personas, para ser olvidado a la menor distracción. Pasaría horas vagando entre la gente, escuchando conversaciones en las que jamás podría intervenir más que como un extraño. Tal vez haya sentido amor por alguien, por supuesto, sin ser correspondido. Seguramente el amor por él fue superficial. O acaso se ama a quien no se recuerda.

Su suerte no fue momentánea, la relación amnésica del mundo para con él, tiene un surgimiento remoto que alcanza al propio nacimiento de este individuo. El hombre olvidado habría llegado al mundo imprevistamente ya que su madre olvidaba continuamente su gestación. De ahí deducimos que no sólo se olvida su persona sino, además, todo lo referido a él. Era un perfecto desconocido para todos. Sus intermitentes relaciones con la gente (como un eterno empezar a conocerse o una primera impresión) hicieron que su vida no fuera importante para nadie. Y si lo fue para alguien, ese alguien tuvo por importante algo de su propio pasado que jamás pudo recordar. Esperemos no haya sido importante para el mundo, porque de lo contrario, este sería un mundo interesado únicamente por lo desconocido e inverosímil. De todas formas si lo fue... ya lo olvidamos.

No tengo la seguridad de hablar de él en pasado o en presente. No sabemos de su destino. Si ha muerto o aún continúa deambulando anónimamente entre nosotros. Hay interpretaciones al respecto. Si su fallecimiento es real, ciertamente fue enterrado como un desconocido en una tumba desconocida; si aún vive igualmente es un fantasma que yerra siempre con un rostro nuevo, amalgamado en mil personalidades extrañas que son invariablemente la misma.

Para no ser desesperanzados podemos imaginar que el hombre olvidado en ese andar de peregrino incesante, en esa incomunicación inaudita, quizás haya forjado durante esos insufribles días algún artificio para llegar hasta nosotros. A lo mejor se dedicó a escribir, o acaso fuera creador de alguna obra magnífica y eterna de las que pueblan nuestra cultura; algo perpetuo que llegase intacto a cada persona y perdurase infinitamente en el tiempo; y lo más importante, que fuera inolvidable e ineludible. Hay quienes lo ven como una figura divina y aseguran que todas las obras anónimas son fabricadas por él. Pero quizá podríamos también suponer, y esto es más simple aunque menos interesante, que sola se perdió entre la multitud ignorante su figura melancólica, hasta guardarse para siempre en el anonimato.

Una característica más puede agregarse a esta tragedia inusitada que algunas mentes perspicaces sabrían aventurar, y es que el hechizo no alcanza exclusivamente a los otros. El desamparado personaje, además de ser desconocido por los otros, es también olvidado por sí mismo. Así vagaría el hombre postergado por el mundo como un eterno indiferente con su persona. Con un nombre distinto cada día y un ser inédito frente al espejo.

En este punto difieren algunos de los narradores que han modificado el tema, proponiendo otra hipótesis al respecto. Esta hipótesis (por la cual yo me inclino, tal vez por parecer la más martirizante) da vuelta el sentido de la anterior; es decir, el hombre olvidado al contrario de los que lo rodean posee una memoria increíble, un poder de retención muy superior a cualquier ser humano. Recordando cada instante, cada hecho de su vida y de las nuestras; cada rostro, cada palabra es inolvidable para él. Un hombre que camina entre nosotros conociéndonos a cada uno y a cada uno de nuestros pasos; como un verdadero hombre invisible, podría intervenir en nuestras vidas para bien o para mal, desde el eterno anonimato. Una tortura permanente; una vigilia solitaria para un ser sin rostro y sin nombre.

Sería inútil pretender encontrarlo; su detección es imposible. Si nos adentramos en la multitud para intentar identificarlo, creyéndonos astutos, buscaremos los rostros más sombríos y las actitudes más desconsoladas. Pero pronto abandonaremos esos rostros al notar que no los olvidamos, que volvemos a verlos una y otra vez permaneciéndose en nuestra memoria. Esos rostros siguen ahí tan conocidos como siempre; pero el hombre olvidado es nuevo cada vez y nos desespera tener que buscar a alguien que no conocemos. Empezamos a desconfiar de todos los desconocidos. Miramos atentos cada rostro nuevo tratando de encontrar algún gesto, una mirada diferente, algo en particular como una señal que lo delate. Pero es totalmente inútil, el hombre olvidado camina siempre solo aunque esté rodeado de una multitud. Aunque por momentos, apenas por momentos pueda acercarse y decir una palabra antes de volver al anonimato.Cuáles serán esas palabras que pronuncia durante tanto tiempo ensayadas en su mente esperando el momento de actuar. Qué será lo que su mente imagina acerca del mundo. Quizá por las noches frías de la ciudad, en soledad con el alma enrarecida por su mal, piense en ese pequeño momento en el que es alguien, que tiene un rostro y un nombre y una vida. Tal vez en ese momento comprenda qué es la soledad.

En último caso, lo único verdadero de esta pura imaginación; lo único tangible de mis recargadas deducciones es que hemos olvidado todo al respecto. Lo único que alcanzamos a advertir de ese fantasma que traspasa nuestras almas, que nos acompaña en las noches frías, es apenas el tenue rumor de las cadenas que lo castigan. Sólo tenemos el conocimiento de su existencia, una existencia sin forma. Al contrario del ausente o desaparecido, que no es más que recuerdo y ausencia, el hombre olvidado es pura presencia y olvido. Es una presencia vacía; la presencia en sí misma. No tiene identidad, por lo tanto, lo único que podemos asegurar acerca de su naturaleza, es aquello que todos tenemos en común.

Cualquiera puede ser este hombre anónimo, que hoy adoramos como a un dios, cualquier caminante de esta tierra puede ser ese ídolo abstracto. Tal vez alguien que lee estas líneas lo sea. Si lo es, seguramente ya lo olvidamos. Podría ser igualmente quien las escribe. Y si fuera así también lo han olvidado.

Cualquier rostro es olvidable, he ahí el temor.

 

Mario Gonçalves, marzo de 2008 

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