Introducción:
Hay un barrio y hay una manera
de nombrarlo, una gramática del barrio.
Pero esa manera de nombrar y el objeto nombrado a veces toman distintos
caminos. Según la gramática estructural (Alarcos Lorach, 1951), el signo se
compone de una forma de contenido y
una forma de expresión (pag. 19).
Estos dos aspectos del signo, el cual es mutable e inmutable a la vez
(Saussure, 1945, pag. 93-100), son independientes y en su evolución diacrónica
están sometidos al influjo recíproco de su naturaleza; o como dice Barthes (1985),
hay un conflicto entre la función y la significación, entre las necesidades del
uso y la carga semántica que la historia le impone (pag. 260). En dos tópicos
nos propondremos descubrir cómo se relacionan esas formas en el tránsito de las
palabras por la vecindad del lenguaje.
Una esquina no tan esquinada
El primer tópico para el
análisis es la esquina sin ochava. Ya desde el siglo XIX todas las manzanas
deben terminar en ochava, por disposición provincial incluida en las llamadas
«Reformas rivadavianas» del gobierno de Martín Rodríguez. Este recurso
urbanístico, del que Buenos Aires fue precursora en su uso generalizado,
consiste en una línea recta que une de forma oblicua los lados de una manzana,
impidiendo la formación de un ángulo recto. Por diferentes motivos, hay todavía
esquinas que escapan a esta disposición. Algunas, a causa de demoliciones o
aperturas de nuevas calles, que reubican edificaciones que antes se situaban a
otra altura de la manzana. En otros casos, son edificaciones anteriores a la
disposición, que al no ser reformadas no se ajustan a la norma (Avenali, 2020).
En el partido de San Isidro, en la intersección de las calles Ituzaingo y
Libertador Gral. San Martín, identificamos dos esquinas enfrentadas que carecen
de ochava y nos sirven de ejemplo para su estudio (fig. 1 y 2).
De la observación de este
fenómeno (la esquina sin ochava), surge la pregunta acerca de la correlación
entre el objeto de la realidad y el concepto al que refiere el signo
lingüístico con el que lo nombramos. Para la mejor formulación del
interrogante, deberemos aclarar las diferencias entre ochava y esquina.
La característica principal por
la cual se eligió la ochava como terminación del cuadrado de las manzanas es el
favorecimiento de la visión, que permite la mejor circulación de los
transeúntes. Se dice que en los tiempos en que se dispuso la normativa, los
ángulos rectos de las esquinas dificultaban el giro de los carruajes, y además
eran aprovechados por los delincuentes para emboscar a sus víctimas (Avenali,
2020). Esto nos conduce a la característica principal de la esquina (en ángulo
recto), que es el ocultamiento. Entonces, tenemos por un lado, la ochava, que
figura la idea de visibilidad, y por otro, la esquina, que es sinónimo de
ocultamiento.
Anotamos un ejemplo de cada forma
de utilización de la esquina en la
literatura. El primero —que inspirara a Homero Manzi en su tango El último organito— es de Evaristo
Carriego (1913), del poema Has vuelto:
con
tu voz gangosa dirás en la esquina
la
canción ingenua, la de siempre, acaso
esa
preferida de nuestra vecina
la
costurerita que dio aquel mal paso.
Nótese que en este ejemplo el
organito es tocado en la esquina (ochava) pues desde ahí puede ser visto, y
principalmente oído desde los cuatro puntos cardinales.
El segundo ejemplo nos sirve —además
de mostrarnos la otra forma de uso de la esquina—,
también para advertir que el fenómeno no se circunscribe sólo a nuestro barrio,
sino que es global, ya que el signo esquina
es el mismo más allá del objeto material al que alude. Saussure (1945), en
relación a esto, dice:
…si una calle es destruida y
luego reconstruida decimos que es la misma calle, aunque materialmente quizá no
subsista nada de la antigua. ¿Por qué se puede reconstruir una calle de arriba
a abajo sin que deje de ser la misma? Porque la entidad que la constituye no es
puramente material; está fundada en ciertas condiciones a que es extraña su materia
ocasional, por ejemplo su situación con respecto a las otras calles…
(pag. 133)
Por eso tomamos el caso del
poeta colombiano Álvaro Mutis (1965) en su poema Canción del este:
A
la vuelta de la esquina
te
seguirá esperando vanamente
ése
que no fuiste, ése que murió
En este caso la esquina es utilizada en el otro modo,
como lugar que esconde, o detrás de la cual algo espera. Ese sentido de
ocultamiento nos interesa porque es la característica por la cual la esquina es utilizada en diferentes
expresiones para ejemplificar la idea de un descubrimiento. Decimos muchas
veces «Hay un mundo detrás de la esquina»; «Lo encontrarás a la vuelta de la
esquina». Ya sea en el caso de que haya algo por descubrir, o que algo nos
espere, puede utilizarse en sentido positivo o negativo. El amor puede estar a
la vuelta de la esquina, pero también la muerte. Además sirve para mostrar el
carácter de inmediatez y de azar, ya que aquello con lo que nos podemos
encontrar, puede estar muy cerca sin que lo notemos. Esto se debe a que el
concepto de esquina es utilizado en
sentido genérico; puede ser cualquier esquina, a todas se le atribuye la misma
característica.
Ahora, este uso del concepto no
se corresponde con la realidad espacial, en la que la ochava deja sin efecto
todas estas especulaciones. La ochava se caracteriza por propiciar la
visibilidad; nada puede esconder, y por lo tanto, nada hay por descubrir detrás
de ella. Con esto se revela un principio de disociación entre el objeto
espacial y el concepto ligado al signo lingüístico que utilizamos para
nombrarlo.
Se puede especular acerca del
origen de esas expresiones; si son ajenas a nuestro tiempo, ajenas a nuestra
sociedad, o si han surgido a partir de la realidad espacial urbana que
transitamos. Cualquiera sea el caso, es notable la diferencia entre el mundo,
que podríamos llamar «idealizado», que se aloja en nuestra mente, y el medio
urbano del que supuestamente tomamos el concepto. En el ámbito del lenguaje, la
esquina, tiene connotaciones de las que carece en la realidad. Y aquella
esquina sin ochava es, en principio, la arista que nos hace notar esta
diferencia. Quizá sea la puerta de entrada a otras, que puedan descubrirse en
la observación.
A ambos lados de la barranca
Ya los filósofos presocráticos discutían
sobre la cuestión del movimiento; los de la escuela de Elea negaban su
posibilidad; los de Éfeso negaban que pudiera darse su contrario: proponían que
el universo está en movimiento constante y no hay nada estático (Ferrater Mora,
1994, pag. 2705). Parecería tratarse de una cuestión de perspectiva, pero siglos
de filosofía no han saldado la cuestión. Hoy nos preguntamos si es posible la
mutabilidad y la inmutabilidad del signo en simultáneo. El ser humano posee la
extraña capacidad de ver lo mismo y lo diferente a un tiempo y en el mismo lugar.
Con estos antecedentes intentaremos dilucidar si lo alto es lo que le da sentido a lo bajo, o viceversa.
Esto lo desarrollaremos en el
segundo tópico de este trabajo, el cual consiste en el análisis de una
pronunciada barranca que divide la zona este del partido de San isidro en dos
barrios bien diferenciados (fig. 3 y 4). Si bien es el accidente geográfico el
que provoca la diferenciación demográfica de ambos lados del distrito, también
se advierte una construcción de sentido direccionada desde uno de los lados.
Aunque existen en el habla cotidiana menciones como «el alto» o «las lomas», es
significativamente mayor la cantidad de veces que oímos y vemos la expresión
«el bajo» como lugar delimitado y a parte del resto del distrito. Ejemplo de
esto es la asiduidad con la que aparece la leyenda «del bajo» en la cartelería
de los negocios de la zona a modo de complemento del nombre de los mismos. Los
habitantes del bajo nombran sus
negocios desde la perspectiva del alto.
Esto, podríamos suponer en primera instancia, se debería a la conformación
socio-económica de cada uno de los espacios; pero como causa alternativa
podemos inferir que, aunque esa conformación socio-económica se halle en la
actualidad mucho más heterogénea que en el pasado, subsiste, sin embargo, una
impronta cultural que perpetúa la forma de nomenclatura urbana gestada en el
pasado bajo categorías bien diferenciadas. Podemos seguir a Voloshinov y Bajtín
(1998) en cuanto a lo que ellos llaman la cristalización
de la palabra: «La palabra se cristaliza, con su antigua autoridad mágica,
las leyes ventajosas para una minoría dirigente, que favorecen la servidumbre
de la mayoría sometida.» (pag. 26). Esta cristalización habría consolidado la
nomenclatura según parámetros de clase en nuestro barrio.
Estas especulaciones nos hacen
reflexionar sobre la conformación de una gramática
del barrio, que aparece como un reflejo distorsionado, en donde se
dificulta discernir, cuál es el reflejo y cuál el objeto reflejado. Según
Barthes (1985), toda ciudad está dotada de un centro que funciona como lugar de
organización y de encuentro con el otro, aunque este centro esté vacío (pag.
363). Podríamos pensar entonces, siguiendo con la analogía del reflejo y lo
reflejado, a este centro como un gran espejo (vacío de contenido) en donde nos
encontramos a nosotros mismos, pero también nos vemos como a un otro, en la
identificación con los demás.
Ahora bien, cómo se relaciona
ese acto reflexivo entre lo alto y lo
bajo es algo que parece escapársenos.
Para su comprensión podemos recurrir a la forma de organizar el significado y
el significante en Lacan (1994), quien propone, trascendiendo lo formulado por
Saussure (la relación cerrada entre ambos aspectos del signo), que el
pensamiento está regido por una constelación de significantes que se dan
significado en la relación que tienen entre sí; siendo estos significados mudables
(pag. 304). También Barthes (1985) parece advertirlo cuando dice que los
significados pasan, y los significantes quedan (pag. 262); un ejemplo histórico
puede ser el de Edipo; los antiguos griegos tuvieron su interpretación (mito),
los freudianos tuvieron la suya (complejo),
pero Edipo sigue ahí.
Siendo esto así el influjo de
significado entre lo alto y lo bajo sería mutuo; como las clases
sociales, los géneros, las nacionalidades, etc. Cuando se adjudica un
significado a uno de los lados (significante), por oposición se entiende al
otro lado como poseedor del atributo contrario. Podemos afirmar entonces que de
cualquiera de los lados de la barranca en que nos situemos, estaremos siendo
significados por el otro lado y dando significado a su vez a los otros.
Conclusión
Como conclusión diremos que
aquella discusión entre los antiguos filósofos acerca del movimiento y lo
estático, nos sirve hoy como espejo de nuestras inquietudes. Hacemos nuestro humilde
aporte con una gramática del barrio,
en la que lo mutable e inmutable de la lengua —que hacemos todos y no hace
nadie—, conviven paradójicamente para hacernos significantes que reflejamos y
somos reflejo a la vez; en un barrio con esquinas que ocultan y develan,
barrancas que suben pero también bajan. Un barrio en movimiento perpetuo, pero
que se conserva a sí mismo como un monumento. Vale decir que esto es lo que pensamos
hoy, mañana los significados habrán cambiado: palabra de barrio.
Bibliografía:
Alarcos Lorach, Emilio (1951). Gramática estructural. Gredos.
Avenali, Agustín (2020). Esquinas sin ochava en Buenos Aires. Medium.com.ar.
Barthes, Roland (1985). La aventura semiológica. Paidós.
Borges, Jorge Luis (1972). Obras completas. Emecé.
Carriego, Evaristo (1913). Has
vuelto, en La canción del barrio. Wikisource.
Ferrater Mora, José (1994). Diccionario de filosofía. Ariel.
Heráclito (1983). Fragmentos. Orbis.
Lacan, Jacques (1994). El seminario: libro 4: la relación de objeto.
Paidós.
Mutis, Álvaro. Canción del este. poemasde.net.
Saussure, Ferdinand de (1945). Curso de lingüística general. Losada.
Voloshínov, V.N. y Bajtín,
Mijaíl (1998). ¿Qué es el lenguaje?. Almagesto.
Imagen: detalle La esquina del Barrio Granada, Vanessa García González.
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