Resumen:
Este escrito intentará mostrar: cómo la teoría de la focalización
de Gerard Genette nos ayuda a comprender la forma en que el narrador de Madame Bovary genera la sensación de
realidad en su personaje; el desplazamiento de la atención narrativa en el
plano extradiegético reflejando lo que sucede dentro de la diégesis; y
finalmente, a través de la teoría polifónica
de Mijail Bajtín, la relación de contraste entre los personajes que resalta a
la protagonista.
Palabras clave: focalización, polifonía, desplazamiento de la atención narrativa.
1. El
foco en Emma Bovary
Suena lógico que en una novela el foco de la atención narrativa esté puesto
sobre el personaje central de la historia; pero en Madame Bovary, de Gustave Flaubert, el enfoque se logra a través de
ciertas maniobras narrativas que nos descubren además, en el proceso, un rasgo
del personaje y al mismo tiempo una sensación de realidad.
Una de esas maniobras es el desplazamiento de la atención, que comienza la
novela con un narrador testigo
contando la infancia de Carlos (el marido de Emma), para luego, al aparecer
ella en la historia, cambiar a un narrador
extradiegético. Este desplazamiento revela al mismo tiempo: la atracción
característica de la personalidad de Emma, y el protagonismo que gana producto
de esa misma personalidad. Ese atractivo que fuerza al narrador a cambiar la
perspectiva es reflejo de lo que sucede en la diegesis, en donde Emma Bovary ejerce, quizá involuntariamente, una
atracción sobre los demás personajes. Ejemplo de esto es el pasaje en el que el
matrimonio es invitado al baile en el castillo de Vaubyessard. El
agradecimiento a la labor del médico es solo una excusa para la invitación,
cuyo verdadero motivo es la impresión causada por Emma al Marqués.
Ese desplazamiento de la atención narrativa desde Carlos hacia Emma se da también
en el título de la obra, en donde él aparece solo como un elemento necesario
para conducirnos a Emma. Notamos que el título no es, como fuera lógico: Emma
Bovary, nombre de la protagonista, sino Madame
Bovary (la señora de Bovary), ya
que el conflicto radica en la relación matrimonial de la protagonista. Pero
tampoco se trata de las vicisitudes del matrimonio en general, no es algo que
le sucede a cualquier mujer casada, sino particularmente a Madame Bovary: una
mujer que no consigue hacer coincidir su idealización de la vida con la
realidad en la que está inmersa. La personalidad de Carlos, el marido, dentro
de la historia, funciona como contraste, por su carácter simple, casi
insignificante, atado a las cosas terrenales y sin motivaciones ni virtudes. El
narrador lo resume en una frase, cuando Carlos no se propone indagar, al
encontrar la carta de despedida de Rodolfo, dice: «Además, Carlos no era de
esos que penetran hasta el fondo de las cosas…» (Flaubert, 1856, p. 203). Y
luego de su muerte, cuando acude el doctor Canivet para realizar la autopsia,
dice: «Lo abrió y no encontró nada.» (Flaubert, 1856, p. 207).
Emma, en cambio, es una mujer idealista, soñadora, creyéndose virtuosa a
fuerza de ilusiones, pero principalmente, atractiva y seductora, siendo prueba
de esto último la reacción de cuanto personaje masculino entra en conocimiento
de su persona. Entonces, esa diferencia de carácter entre la pareja será el
principal motivo del disgusto y la frustración constantes que Emma padece, al
no encontrar a Carlos a su altura.
El desplazamiento de la atención de la que hablamos, con el cambio de
narrador, remarca, por fuera de la historia,
ese contraste entre los temperamentos de los personajes. Tal cual hacemos en la
vida cotidiana cuando nos aprontamos a contar algo que estimamos relevante y le
pedimos a nuestro interlocutor «Siéntese que le cuento» o también: «Vamos a
tomar un café así te cuento bien». Desde la forma de preparar al interlocutor
(lector), el narrador lo conduce y le proporciona información acerca de la
relevancia de lo narrado.
2. El misterio de la voluntad
Representar las decisiones de un personaje de ficción, sin caer en un
determinismo psicológico que justifique todo a través de los procesos mentales,
ni en un conductismo que sólo muestre
las acciones sin rastro de subjetividad, no es tarea fácil. Acerca de la
voluntad, Platón afirmaba, que no es por sí misma una facultad intelectual,
pero tampoco una facultad irracional (Ferrater Mora, 1994, p. 3722). La
voluntad no puede representarse como subordinación a los deseos, pero tampoco
como pura especulación racional. Ni siquiera nosotros mismos podemos discernir
por qué queremos lo que queremos. Según Santo Tomás, la voluntad no quiere
necesariamente todo lo que quiere (Ferrater Mora, 1994, p. 3723). En Madame Bovary el lector tiene la
sensación de estar frente a una voluntad real, que tanto más voluble aparece,
más se erige como voluntad. El límite entre esa voluntad y la determinación se
fija a través de algunas pautas de la narración que intentaremos revisar.
Es cierto que el tratamiento
pormenorizado de la personalidad de Emma Bovary es lo que le daría realidad al
personaje. Acerca de ese realismo, y la manera de lograrlo que encuentra su
autor, Nelly Vélez Sierra (2007) dice:
Emma Bovary se convierte así en el personaje
ideal para que su autor y creador –mediante un método tan revolucionario– le
entregue al lector una heroína real, con todas sus fantasías, aventuras y
oscilaciones en sus estados de ánimo, que influyen en todas sus decisiones, es
decir, en el uso de su libertad. (p. 128).
Aunque el abuso de este método puede traer consecuencias negativas. Por
ejemplo, en lo que podríamos llamar una «animalización» del personaje (en el
caso del estudio detallado de los deseos y las pasiones, el aspecto
irracional), o en una «robotización», en el caso del exceso de racionalidad. Un
narrador omnisciente debe tener presente ciertos límites. A propósito de este
narrador, Vargas Llosa (1975) dice: «Su extraordinaria libertad —tan superior a
la de un narrador-personaje— es, sin embargo, su mayor peligro: cualquier
abuso, incongruencia o capricho en el uso de sus ilimitados poderes disminuye o
anula el poder de persuasión de lo narrado.» (p.82).
Podemos valernos de la teoría de los modos
narrativos, particularmente de la focalización,
de Gerard Genette, para desarmar y estudiar el mecanismo por el cual, el
narrador de Madame Bovary, salva este
escollo, al mantener el misterio del acto volitivo, creando así un personaje
cuya verosimilitud genera una sensación de realidad efectiva.
Para su descripción, nos
centraremos en tres momentos en donde Emma toma una decisión trascendental para
su vida, o cruza algún límite moral. El primero es la escena en la que Emma
acepta la propuesta de casamiento de Carlos. El narrador se encarga de no
mostrar cómo sucede, ya que focaliza
la acción desde la perspectiva de Carlos, fuera de la casa. Este movimiento
genera una falta de rigor en la asimilación de lo ocurrido, conocemos el dato
concreto de la aceptación por la señal del postigo, pero no sabemos si Emma ha
sido convencida, o coaccionada por su padre; o si, en cambio, ha aceptado de
manera completamente autónoma; si ha recibido la noticia con alegría,
entusiasmo, o con resignación. El uso de este modo narrativo le permite a Emma, a ojos del lector, conservar la
soberanía de su decisión fuera del alcance de toda especulación.
El segundo momento es la escena del carruaje, en donde Emma decide tomar
como amante a León. Aquí el narrador evita mostrarnos la intimidad del mismo.
La perspectiva se centra en una focalización
externa, desde el punto de vista de
los transeúntes. Esta decisión narrativa, no se debe a una cuestión de pudor
—ya que después, nos enteraremos de la intimidad de los amantes por medio de
ciertas analepsis— sino que responde
también a la necesidad de resguardar un momento decisivo de Emma. Conocer qué
medios utilizó León, y con qué insistencia, para convencer a Emma, y cuánto
resistió ella, supondría tener elementos para tomar partido por la
determinación de lo decidido, negando así el libre albedrío de la protagonista.
En cambio, la ocultación permite especular y poder ponerse en el lugar del
personaje, motivo crucial para la sensación de realidad.
El tercer momento, es cuando Emma concurre a la casa del recaudador Binet
para proponerle, aparentemente, una transacción indecente. Esta vez el narrador
nos muestra la escena por medio de la visión que las señoras Tuvache y Caron
tienen desde el desván vecino. Podría atribuirse esto al cuidado que el
narrador pretende del honor del personaje; pero otra vez, con este cambio de
foco, mantiene el misterio del acto volitivo, lo que preserva la soberanía de
Emma, dotándola así de vida.
3. Lo complejo en medio de lo simple
En la novela Madame Bovary hay
una galería de personajes cuyas voces representan distintos discursos más o
menos reconocibles para el lector, lo que Bajtín llama polifonía (plurifonía). Esta
polifonía de discursos que denotan
ideas políticas, religiosas, ideológicas, sociales y/o culturales, invitan
inevitablemente al encasillamiento de los personajes. Pensemos en el
farmacéutico, el sacerdote, la suegra, el padre, el marido; todas sus voces
cargadas de discursos identificables, en su repetición y exacerbación, terminan
estereotipando a los personajes, a todos, menos a uno.
Si bien Emma Bovary posee rasgos que la caracterizan, en ella conviven
distintas voces y su volubilidad le permite ser apasionada pero también fría,
idealista pero al mismo tiempo frívola. El discurso romántico tomado de sus
lecturas convive con el consumismo al que se vuelca en sus momentos de desasosiego.
Podríamos pensar a la personalidad de Emma como una polifonía en sí misma.
Ahora bien, el carácter cambiante de su ánimo y sus contradicciones
contrastan con lo llano del resto de los perfiles. Los estereotipos que la
rodean generan un fondo difuso que obliga a apuntar la mirada a la
protagonista. En sentido cinematográfico, es lo que sucede cuando el foco de la
cámara se centra en un objeto, el cual se ve nítido, y el resto se nubla,
generando el contraste. Volviendo a la literatura, en este caso particular, el contraste se genera en la
superposición de lo complejo del perfil de Emma sobre la simpleza del resto de
los personajes.
Este otro elemento de enfoque sobre la figura de Emma, además del descrito
con la focalización, favorece la empatía
con el personaje ya que todos nos percibimos a nosotros mismos como seres
complejos, por conocer bien los vaivenes de nuestro ánimo, nuestros cambios de
opinión y la variabilidad de nuestra conciencia. Sin embargo, no podemos evitar
categorizar a los otros, viendo los rasgos generales que se nos presentan, sin
llegar nunca a comprender la subjetividad ajena en toda su dimensión.
Percibimos nuestras particularidades en contraste a las generalidades ajenas.
Por todo esto es que Emma Bovary se impone el protagonismo de la novela,
por su originalidad o carisma. El desplazamiento constante de la atención que
provoca se refleja directamente en el plano extradiegético,
con los cambios narrativos descritos, que además sirven para representar una
voluntad realmente humana, mostrando la complejidad de sus pensamientos, pero
con ciertos límites. Esto sumado al contraste que provoca el enfoque sobre Emma
es lo que permite al lector ponerse en su lugar, sopesar las decisiones, especular
una distinta sucesión de los hechos. Todo lo cual genera la sensación de
realidad en la novela, y principalmente en su protagonista.
Mario Gonçalves, octubre 2023.
Bibliografía:
Bajtín, Mijaíl, Teoría y estética de la novela, 1975.
Ferrater Mora,
José, Diccionario de filosofía, 1994.
Flaubert, Gustave, Madame Bovary, 1856.
Genette, Gerard. Figuras III, 1972.
Vargas Llosa,
Mario, La orgía perpetua, Flaubert y
Madame Bovary, 1975.
Vélez Sierra,
Nelly, Diseño de un personaje: Madame
Bovary, 2007.
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